RAREZAS LUNARES

Nuestra amiga Selene siempre ha estado rodeada de misteriosas historias. Quiero emnpezar a contaros algunas cosas un tanto inexplicables por la ciencia, y que nos dejarán ciertas interrogantes. Hablamos en esta ocasión de ciertas peculiaridades encontradas en su superficie.
Las expediciones lunares, iniciadas en 1958 con el primer Pioneer y coronadas con los paseos de las misiones Apolo —el primero tuvo lugar el 20 de julio de 1969, y fue seguido hasta diciembre de 1972 por otros cinco alunizajes—, pusieron de manifiesto el desigual campo gravitatorio de nuestro satélite. Bajo algunas zonas de su superficie existen concentraciones de masa —llamados mascones— de densidad muy superior a la que cabría esperar. Dichas concentraciones dificultan a las naves espaciales orbitar la Luna de cerca sin realizar continuos ajustes para compensar las variaciones en la fuerza de gravedad. Es muy posible que estos mascones, descubiertos por el Lunar Orbiter 1 en 1966, ocasionaran los problemas que tuvieron para alunizar las primeras sondas.

Otra singularidad es el sonido «semejante a una campana» —según dijeron los científicos de la NASA—, que se oyó cuando el cohete de despegue Saturno V fue lanzado contra la superficie lunar, durante la misión del Apolo XIII. Ese quejido sideral fue acompañado de unas señales sísmicas cuyas reverberaciones se prolongaron durante tres horas y veinte minutos, alcanzando los 40 kilómetros de profundidad. La conclusión de los expertos fue que la Luna tiene un núcleo insólitamente ligero o carece por completo de él. Este efecto campana hizo que se recuperara una teoría especulativa divulgada en 1962 por Gordon McDonald, un científico de la NASA, según el cual, el análisis de los movimientos lunares indicaba que nuestro satélite era hueco. Posibilidad inquietante porque, tal y como Carl Sagan explicó, «se entiende perfectamente que un satélite natural no puede ser un objeto hueco». Más recientemente, datos provenientes del magnetómetro de la sonda Lunar Prospector han confirmado que nuestro satélite tiene un núcleo metálico de unos 680 Km de diámetro. Cifra irrisoria si pensamos que el núcleo terrestre, con un radio de 3.485 Km, emula en tamaño al planeta Marte.

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